Va de castillos

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martes, agosto 29, 2006

La Bastilla (Francia)


La Bastilla fue construida hacia el año 1370, en un principio debía formar parte de las fortificaciones del muro oriental de la ciudad de París, pero más tarde se convirtió en un auténtico reducto defensivo. En 1553 había adquirido su configuración definitiva. Cumplió su misión de ciudadela militar hasta el mandato de Richelieu (si, el malvado cardenal de “Los Tres Mosqueteros”), cuando fue transformada en prisión, convirtiéndose en símbolo del absolutismo. Todo ciudadano, de cualquier clase o profesión, que cayera en desgracia ante la corte era arrestado bajo un mandato judicial secreto, conocido como lettres-de-cachet y encarcelado indefinidamente en la Bastilla por orden real, sin que mediara acusación o juicio.
Si vais a ir a París no os volváis locos buscado esta fortaleza porque ya no existe. Repasemos los últimos momentos del fortín, debemos trasladarnos a la inquietante época de la Revolución Francesa (1789), a mitad de camino entre la libertad y el terror.
La situación entre el pueblo parisino era de agitación, agitación agravada por la posición del rey Luís XVI. La grave crisis económica había motivado que se reunieran los Estados Generales. Los notables del reino estaban en contra de que se les subieran los impuestos, idea primitiva por la que el rey los había mandado llamar, así que el soberano exilió al Parlamento a Troyes.
En mayo de 1788 otro Parlamento renovó la petición de convocar los Estados Generales y propuso que estos controlaran a la monarquía. Los notables del Delfinato (una región histórica del norte de Francia) convocaron los Estados sin esperar a que lo hiciera el rey, al tiempo que estallaban diferentes revueltas en Francia debido a las malas cosechas. Finalmente el soberano, tratando evitar que los levantamientos se multiplicasen, convocó los Estados Generales.
La situación se tornó en calma tensa, tensa pero esperanzada. Los nobles y el clero, como siempre, esperaban defender sus privilegios, la burguesía esperaba conseguir algunos beneficios y el pueblo se conformaba con exponer sus quejas al soberano.
Para lograr sus objetivos el rey pensó en utilizar al Tercer Estado (los representantes del pueblo), para lo cual había duplicado el número de los diputados de éste. En general, los representantes del pueblo estaban a favor de una reforma, no por apoyar al monarca sino porque si pagaba más la nobleza y el clero ellos tenían la esperanza de pagar menos.
El primer día de reunión nadie se puso de acuerdo en nada, todos pretendieron que sus sugerencias fueran inmediatamente estudiadas en la Cámara. Fue el momento en que los nobles, deseosos de protegerse de los caprichos del soberano, lanzaron la ideas de redactar una Constitución que delimitara el poder del rey.
Aquello no era lo que el monarca pretendía, equivocándose de pleno en su reacción, pues en lugar de disolver los Estados Generales trató de boicotear la Constitución. La reacción fue clara, los diputados proclamaron que los allí reunidos eran la Asamblea Nacional (acto revolucionario que reconocía la superioridad de la nación sobre el rey).
Luís XVI estuvo de nuevo torpe y ordenó cerrar la sala donde se reunían los diputados. Los diputados se reunieron entonces en otra sala, llamada del Juego de Pelota, y siguieron redactando una Constitución. El monarca se vio obligado a ceder, lo que parecía un triunfo de una revolución moderada.
Pero los absolutistas no ceden el poder así como así. Así el soberano ordenó, en otro despropósito, que se concentraran tropas en París para demostrar a la Asamblea Nacional quien era el que mandaba. El temor alcanzó a toda la ciudad, la mezcla de odio y miedo levantó al pueblo. Comenzó la Revolución Francesa.
Los ciudadanos asaltaron Los Inválidos, donde estaba acantonado el destacamento de artillería. Los soldados no opusieron resistencia y permitieron que la masa se apoderara de 32.000 fusiles. El pueblo ya tenía armas, ahora necesitaba la pólvora para hacerlas funcionar.
La pólvora se guardaba en La Bastilla.
La fortaleza solamente estaba defendida por 82 soldados inválidos, reforzados por 30 mercenarios suizos. En un principio el gobernador del fortín trató de calmar a la muchedumbre pero, al no conseguirlo, ordenó que se abriera fuego contra ella. Cientos de personas fueron abatidas. Los amotinados respondieron trayendo cuatro cañones de Los Inválidos y atacando con artillería a la fortaleza. Tras un breve combate, el gobernador ordenó rendir el fortín.
Dos días después comenzó la destrucción de esta fortaleza en medio del júbilo popular. Su emplazamiento está ocupado actualmente por una plaza pública denominada la Plaza de la Bastilla. El Día de La Bastilla es la fiesta nacional de Francia, en la que cada 14 de julio se conmemora el comienzo de la Revolución Francesa.
Los franceses, que tras la Revolución, se las prometían muy felices pensando que habían acabado con la monarquía de una forma definitiva, no podían sospechar que se les venía encima, ya no un rey, sino un emperador apellidado Bonaparte.
Pero esa es otra historia.